martes, 29 de septiembre de 2009

DEL ÉXTASIS A LA GLORIA

Luis Fabiano festeja su gol. Era el tercero, el de la tranquilidad

Siempre encuentro la palabra o la frase con la que empezar un post. Hoy se me agolpan tantísimas que me es difícil escoger cuál es la idónea.
Antes de entrar en este dilema tengo que recordar el post de hace una semana. Se cumplieron los pronósticos y el Sevilla F.C. ha salido airoso, qué digo airoso, triunfante, campeón del pequeño ciclo de tres partidos. Todos ellos importantes, unos por su dificultad en la liga y el último, éste que ha dejado a toda Europa recordando aquel Sevilla F.C. que ganó en ese mismo estadio al R.C.D. Español la antigua copa de la UEFA y que un año antes al Midlesburgh inglés le propinó una soberana paliza en la final del mismo campeonato.
Hoy, el Sevilla F.C. en tan solo media hora ha vuelto a ser la máquina y literalmente ha arrasado al Rangers escocés. Le bastó ese tiempo para desarbolar a un equipo bien plantado en su defensa, pero que no sabían que las correrías de J. Navas les iba a romper la defensa una y otra vez.
Luis Fabiano pecó de su egoísmo, aunque justo es decir que esta vez sudó la camiseta. Estuvo en defensa, ayudó en la medular y entró a matar. El gol suyo fue el de la tranquilidad y eso es de consideración. Sigo pensando que él es el último que debe recibir el balón para su definición y no ese regateo tan cerca del contrario que da lugar a la pérdida del balón cuando se está tan cerca del área contraria.
El resto del equipo funcionó como un campeón, con autoridad, temple, experiencia y sobre todo y ante todo, con el ritmo que requería el partido. La lluvia no es buena para ningún equipo, aunque se esté habituado a ella, sin embargo el Sevilla F.C. funcionó como si se hubieran estado entrenando en una piscina. Apenas si notaron la pesadez del campo y la velocidad del balón.
No entraron al trapo de la velocidad, del juego directo británico, ni del nerviosismo que imprimen en sus jugadas rápidas ensayadas a lo largo y ancho del terreno de juego.
Fue el Sevilla F.C. el que ralentizó el balón, el que trianguló por las bandas, el que serenó el juego durante los primeros cuarenta y cinco minutos.
Se trataba de eso precisamente. De cansarlos. Y lo consiguieron.
Al comienzo del segundo tiempo el Sevilla F.C. empezó a pisar fuerte el acelerador. Fueron cayendo los goles como fruta madura. Bastaron 25 minutos para romper todas las esperanzas escocesas, para culminar un partido que todos temíamos porque creíamos en la fortaleza del Ibrox Park. 40 y picos años después el Sevilla F.C. pudo vengarse de ese 4-0 que entonces le endilgó el equipo escocés. Pero esta vez no estaba en juego la antigua Copa de Ferias, sino el pase a los octavos de final la máxima competición europea: La Champions League.
El sevillismo está viviendo esa dulce etapa que vivió hace tres años. Muchos hemos dudado de la capacidad, de la valía del que ahora lleva la responsabilidad del equipo. Hoy puedo decir que, al contrario que entonces, nuestro Sevilla F.C. está en buenas manos.
Un saludo

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